Ruta 8 (110Km) : Mandubia - Azpeitia - Zestoa - Zumaia - Getaria - Zarautz - Aia - Asteasu - Alkiza - Anoeta - Tolosa - Alegi - Beasain
La vuelta a la costa, la llamo. Una mañana de verano puede ser la mejor fecha para realizarla, importante que sea poco después de amanecer para evitar el tráfico de vehículos que pertrechados de sombrillas, bronceador, nevera y chanclas van rumbo a la playa.
Contamos con cuatro kilómetros para preparar las piernas antes de comenzar la primera ascensión de la jornada. Mandubia es una subida en tramos y esto hará que ganemos altura rápidamente viendo abajo a la derecha el embalse de Arriarán; la densa vegetación hará que no tengamos esa sensación de frío post helada de verano y el poder divisar la cumbre nos ayudará a regular la subida. Conviene abrigarse para la bajada y recordad que no todo es cuesta abajo ya que junto al embalse de Ibaieder tendremos que hacer frente a un repecho.
Estamos en la tierra de la madera y de los buenos artesanos, otro día entraremos en Azpeitia para alegrarnos la vista pero ahora debemos continuar rumbo a Zestoa siguiendo el curso del río Urola. Tierra de relax y de buen vivir, prueba de ello son las cuevas de Ekain y el balneario que demuestran que no fue un capricho pasajero de los antiguos moradores sino que continúa teniendo esas características propias de entornos como este.
Otra subida nos aguarda, breve pero intensa, antes de lanzarnos a la conquista de Zumaia. Entrando en tierras de exploradores y emprendedores, como dicen algunos, es que no tenían otra. O se quedaban como pescadores o agricultores o ponian rumbo a lo desconocido. Este tramo de la ruta junto al cantábrico es sublime, el flysch como notario de la vida en la tierra hace millones de años, las gotas de agua de mar que nos acarician al pasar, el Sol que dibuja caleidoscópicas imágenes en el agua.
Los pequeños túneles escavados en la montaña, el ratón de Getaria, las villas y el malecón de Zarautz. Es muy probable que a estas horas de la mañana encontremos muchos paseantes y deportitas por el paseo que va de Zarautz a Getaria.
Dejámos atrás estas tres villas, joyas del Cantábrico, para adentrarnos en un gran hayedo en nuestra subia a Aia. En un buen tramo de la subida seguiremos viendo las aguas turquesas o azules del Cantábrico, dependiendo de lo inspirado que este el Sol. La serpenteante carretera nos llevará hasta Asteasu, porque tanto la subida como la bajada está plagada de curvas. La subida tiene varios descansos que se agradecen, a diferencia del descenso que es más pronunciado.
Podríamos seguir desde Asteasu hasta Zizurkil pero nos perderíamos una subida fantástica y las vistas que hay desde Alkiza merecen la pena. La carretera cuenta con un asfalto nuevo y de los que no se agarra a la rueda, aunque el desnivel de la subida pueda hacernos pensar que hay algo que nos frena. A mitad de la ascensión nos encontraremos con un artesano que trabaja la piedra y con un poco de suerte hasta podremos ver una de sus obras.
Bajamos hacia Anoeta y vamos llaneando hasta Tolosa, la primera vez en toda la ruta que se llanea. Si la gusa nos llama, se puede hacer una para técnica en Casa Eceiza y probar sus famosísimos cigarrillos y tejas o cualquiera de sus otros productos. Se puede decir que la ruta ya está culminada y que los restantes kilómetros los podemos tomar para soltar la musculatura. Recomiendo, por seguridad, utilizar el nuevo carril ciclo-peatonal que une Tolosa con Alegi. Teniendo claro que debemos respetar a sus usuarios y no rodar muy rápido.
A mitad de camino entre Ikaztegieta y Legorreta veremos a la izquierda la imponente presa que están construyendo a los pies de Abaltzisketa. Seguimos nuestra ruta y nada más pasar Itsasondo tomamos el desvío a la derecha para entrar a Ordizia, a nuestra izquierda el omnipresente Txindoki nos dará la bienvenida y fray Andrés de Urdaneta nos dirá que somos el número uno porque hemos cubierto una de las más completas rutas, tanto en recorrido como en paisaje.
La vuelta a la costa, la llamo. Una mañana de verano puede ser la mejor fecha para realizarla, importante que sea poco después de amanecer para evitar el tráfico de vehículos que pertrechados de sombrillas, bronceador, nevera y chanclas van rumbo a la playa.
Contamos con cuatro kilómetros para preparar las piernas antes de comenzar la primera ascensión de la jornada. Mandubia es una subida en tramos y esto hará que ganemos altura rápidamente viendo abajo a la derecha el embalse de Arriarán; la densa vegetación hará que no tengamos esa sensación de frío post helada de verano y el poder divisar la cumbre nos ayudará a regular la subida. Conviene abrigarse para la bajada y recordad que no todo es cuesta abajo ya que junto al embalse de Ibaieder tendremos que hacer frente a un repecho.
Estamos en la tierra de la madera y de los buenos artesanos, otro día entraremos en Azpeitia para alegrarnos la vista pero ahora debemos continuar rumbo a Zestoa siguiendo el curso del río Urola. Tierra de relax y de buen vivir, prueba de ello son las cuevas de Ekain y el balneario que demuestran que no fue un capricho pasajero de los antiguos moradores sino que continúa teniendo esas características propias de entornos como este.
Otra subida nos aguarda, breve pero intensa, antes de lanzarnos a la conquista de Zumaia. Entrando en tierras de exploradores y emprendedores, como dicen algunos, es que no tenían otra. O se quedaban como pescadores o agricultores o ponian rumbo a lo desconocido. Este tramo de la ruta junto al cantábrico es sublime, el flysch como notario de la vida en la tierra hace millones de años, las gotas de agua de mar que nos acarician al pasar, el Sol que dibuja caleidoscópicas imágenes en el agua.
Los pequeños túneles escavados en la montaña, el ratón de Getaria, las villas y el malecón de Zarautz. Es muy probable que a estas horas de la mañana encontremos muchos paseantes y deportitas por el paseo que va de Zarautz a Getaria.
Dejámos atrás estas tres villas, joyas del Cantábrico, para adentrarnos en un gran hayedo en nuestra subia a Aia. En un buen tramo de la subida seguiremos viendo las aguas turquesas o azules del Cantábrico, dependiendo de lo inspirado que este el Sol. La serpenteante carretera nos llevará hasta Asteasu, porque tanto la subida como la bajada está plagada de curvas. La subida tiene varios descansos que se agradecen, a diferencia del descenso que es más pronunciado.
Podríamos seguir desde Asteasu hasta Zizurkil pero nos perderíamos una subida fantástica y las vistas que hay desde Alkiza merecen la pena. La carretera cuenta con un asfalto nuevo y de los que no se agarra a la rueda, aunque el desnivel de la subida pueda hacernos pensar que hay algo que nos frena. A mitad de la ascensión nos encontraremos con un artesano que trabaja la piedra y con un poco de suerte hasta podremos ver una de sus obras.
Bajamos hacia Anoeta y vamos llaneando hasta Tolosa, la primera vez en toda la ruta que se llanea. Si la gusa nos llama, se puede hacer una para técnica en Casa Eceiza y probar sus famosísimos cigarrillos y tejas o cualquiera de sus otros productos. Se puede decir que la ruta ya está culminada y que los restantes kilómetros los podemos tomar para soltar la musculatura. Recomiendo, por seguridad, utilizar el nuevo carril ciclo-peatonal que une Tolosa con Alegi. Teniendo claro que debemos respetar a sus usuarios y no rodar muy rápido.
A mitad de camino entre Ikaztegieta y Legorreta veremos a la izquierda la imponente presa que están construyendo a los pies de Abaltzisketa. Seguimos nuestra ruta y nada más pasar Itsasondo tomamos el desvío a la derecha para entrar a Ordizia, a nuestra izquierda el omnipresente Txindoki nos dará la bienvenida y fray Andrés de Urdaneta nos dirá que somos el número uno porque hemos cubierto una de las más completas rutas, tanto en recorrido como en paisaje.
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