El lucero del Alba anuncia un buen día de Sol, la mañana está fresquita con lo que decido ponerme el chaleco. Una vez concluido el ritual previo a toda salida ciclista suena el clak preludio de la primera pedalada. Humean los lomos de las vacas que veo en los prados anejos a la carretera, poco a poco me voy acercando al kilómetro cero, Arredondo la Capital del Mundo, pero antes de eso aún debo pasar el punto más frío de toda la ruta de hoy, el puente de Ruscabao (ideal en las tórridas tardes veraniegas pero a esta hora de la mañana demasiado fresquito para mi gusto). Ya diviso la torre campanario anexa a la iglesia de San Pelayo, cuentan los mayores que la idea original de sus constructores era hacerla tan alta que se pudiera ver la bahía de Santander.
Comienza la ascensión del primer puerto de la jornada, Alisas. Una vez superadas las primeras revueltas se empieza a entrar en calor y a ganar altura. Las vistas son fabulosas,
Una vez superadas las dos largas rectas se llega a la mitad de la ascensión quedando la zona más fácil de la misma y al haber ganado más altura podemos ver el majestuoso Castro Valnera cima que será testigo de unas cuantas de nuestras hazañas ciclistas.
Las cabañas abundan en este tramo, saludo a los paisanos que me encuentro saliendo de la cabaña, trincha en mano para seguir alimentando a sus reses. La primera cima ya está conquistada, paro en el aparcamiento de la izquierda para contemplar las vistas y colocarme el paravientos (que la bajada es larga y no hay por qué pasar frío) a mi espalda queda el recuerdo de un antiguo bar que se ubicaba en este paso, un local apropiado para aquellos viajes que se sabía a qué hora se empezaban pero no cuándo llegaba uno a su destino. Mirando al Sur todo montañas, al Norte el Cantábrico con la bahía de Santander y las playas de Isla.
Comienza el descenso y me tengo que detener en la primera curva ¡qué maravilla! Matienzo cubierto de niebla, parece un inmenso lago y yo sin barca para cruzarlo. Afortunadamente la carretera no pasa por él, habrá que dejarlo para otra ruta.
Me cruzo con el monumento homenaje al ciclista en hierro oxidable, no sé si el autor quería realizar una alegoría del ciclismo actual al elegir este material para su obra. Esta bajada es peligrosa, no por la dificultad de sus curvas sino porque los vecinos de esta vertiente tienen la mala costumbre de dejar sueltos a sus animales. Es muy probable encontrarse vacas pastando en las cunetas o mudando del prado a la cuadra; yeguas deambulando o cabras tomando el sol en el caliente asfalto. Una yincana que ni las del Grand Prix. Hoy he tenido suerte, seguramente por la hora y he podido bajar sin contratiempos. Llegando a Riotuerto y más concretamente al pueblo más conocido de este municipio, La Cavada, tomo la puerta de Carlos III no sin antes saludar a Vicente Trueba. Esta puerta da paso a la parte central de la ruta, un viaje en el tiempo que me lleva desde el siglo XX hasta el siglo I.
Paso junto a
La ruta nos acerca a Rubalcaba y junto a su gran crucero doy por comenzada la ascensión, el valle vuelve a estrecharse y la carretera serpentea al igual que las aguas del río Miera. Me siento observado, será porque estoy pasando por el pueblo de Mirones. Ya se acerca el momento, otro viaje al pasado, la carretera se empina; tengo que conquistar la cima del pueblo de Linto. Nombre de personaje histórico, del último soldurio, de aquellos cántabros que plantaron cara al imperio romano que temblaba al oír el nombre de Corocota.
El corto descenso me acerca al cruce de Calseca y subiendo llego a San Roque de Riomiera una de las tres villas pasiegas, frente a mí contemplo el circo del antiguo glaciar de la Lunada, por el que pasaré en pocos kilómetros. Mantos de verdes pastos cubren las paredes de este paraje, antaño cubiertas de frondosos bosques que fueron talados para surtir de combustible a
El viento pega fuerte, claro, el portillo está abierto y hay corriente. Ya estoy en Burgos, veo la pequeña estación de esquí de Lunada. Pero antes de continuar el descenso probaré suerte con el Picón del Fraile. Cima en la que se ubica el radar EVA 12, pieza fundamental para la navegación aérea del Norte de
Deshago el camino andado y vuelvo a tomar la carretera que me lleva a las Machorras, dejando a mi paso cabañas con tejados de piedra, el Castro Valnera y la carretera que lleva a Estacas de Trueba. Siete kilómetros me separan de Cantabria lo que de largo tiene el Portillo de la Sía por esta vertiente. Es diferente la parte de Burgos es diferente. Estoy en el refugio del alto junto al monumento a Gerardo Diego, diviso el valle de Soba. Silencio interrumpido por los molinos de viento que rompen la estética de esta cordillera, zona de pastores de altura que mudan sus ganados a finales de la primavera y permanecen acá hasta bien entrado el otoño. Me abrigo otra vez para comenzar el largo descenso que por la serpenteante carretera me llevará a casa siguiendo el curso del río Asón el único río que baja pa´Riva.
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