sábado, 5 de enero de 2008

¡Me gusta conducir!

Hay cosas que no cambian y las campañas de la DGT son una de esas cosas. Presupuestos millonarios para redundar en la misma comunicación: volante=muerte. En estos días se está pasando por las televisiones la nueva campaña en la que agradece a los conductores su responsabilidad al volante y no sé si os habéis dado cuenta de un detalle. Quitarle el sonido a la televisión y observar la imagen, ¿no os recuerda una escena de una película de George A. Romero? Si parecen zombies, aún cuando nos agradecen el no haber muerto ni matado a nadie la imagen de la parca sigue presente. Los mensajes de represión y miedo son los utilizados para concienciar a los conductores de que van a los mandos de una máquina de matar, contaminar y enajenar.

Desde esta Plaza Pública quiero transmitir una propuesta diferente. Considero que crear conciencia positiva puede ser más beneficioso por tres razones: la primera que el conductor se vea como un garante de la seguridad vial y los actos corteses y bien intencionados sean los aplaudidos por sus amistades; la segunda porque la industria de la automoción es una de las que más peso tiene en nuestro tejido industrial y no conviene echar piedras sobre nuestro tejado; la tercera porque ya tenemos bastante con los atascos, la escasez de espacio para aparcar y la limitación para acceder a ciertos enclaves como para encima que nos vengan con monsergas.

La actuación se realizaría en tres frentes: autoescuelas, medios de comunicación e industria del automóvil.

Empecemos por la última: la industria no puede desentenderse de sus creaciones una vez que salgan del concesionario ("yo ya he equipado el vehículo con todas las novedades en seguridad activa y pasiva, ahora lo que haga con él el conductor es problema suyo"), no señores, es una oportunidad que tienen de ser la marca del buen conductor, aprovéchenla.

La DGT debería de lanzar mensajes del tipo amabilidad y cortesía. Me explico, que cuando se vea a un conductor sea sinónimo de ejemplo. Que al igual que otros colectivos que surcan las carreteras, como los moteros, se cree esa pertenencia a un club y por ende se respete al otro como integrante de esa gran familia. Campañas para motivar la empatía, haciendo ver que el otro conductor tiene también actividades que realizar y que la carretera no es sólo nuestra.

Las autoescuelas, una vida no tiene precio. Por eso, se debería cambiar el sistema de obtención del permiso de conducir. En 1997, cuando obtuve el mío. Creo que dí menos de diez clases prácticas y en tres semanas (desde que me apunté a la autoescuela y realicé el último examen) ya tenía el permiso de conducir. Con esto quiero decir que para aprender lo que te enseñan en la autoescuela no hace falta mucho tiempo. Por eso abogo por una enseñanza de verdad. Hoy en día tenemos la oportunidad de acudir a cursos de perfeccionamiento de conducción en los que se enseña a resolver de la manera más segura imprevistos como son la calzada deslizante, las incorporaciones imprevistas, etc. Todo esto debería ser de obligada enseñanza y junto con clases teóricas en las que se remarcase la cortesía al volante contribuirían a una mejor comunidad de pilotos.

Independientemente de estas medidas, la adecuación del firme y de los guarda-raíles es primordial. La utilización de los circuitos para que se desfoguen los ávidos de velocidad y la limpieza de imagen que necesitan los voluntariosos agentes de tráfico son otras de las cuestiones sobre las que actuar.

Que 2Mil8 sea el año de la vida al volante.

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