martes, 8 de enero de 2008

Aquello que aprendimos de Epi y Blas...(VI)

Pasadas las fiestas navideñas la casa estará llena de espumillón, lacitos de regalo, restos de turrón y mazapán, figuritas del nacimiento o del árbol, vajillas de fiesta y demás evidencias de los excesos y alborozo de estas semanas. Ya es hora de plantearse limpiar la casa. Hay que hacerlo con decisión porque si se va dejando corremos el riesgo de que llegue la primavera y tengamos al Olentzero colgando de la ventana.

El proceso debe de ser metódico para que su resultado sea el óptimo y el tiempo empleado el mínimo requerido. Se recomienda que la labor se realice por la mañana ya que contamos con mayor lux naturales y no hay mejor delator del polvo que el Sol. Las tareas que deberemos realizar son tres: recoger, barrer y quitar el polvo. Seguir este orden es muy importante ya que el orden de los factores sí altera el resultado. Se puede ser flexible en la primera de las tareas ya que se puede realizar de víspera si tenemos el cuerpo con ganas de recoger por la noche.

Recoger: ese juego al que de pequeños nos intentaban hacer jugar. Uno después de haberse pasado toda la tarde jugando con los Playmobils, de verdad, habiendo terminado de montar el barco pirata o el fuerte Bravo con todos los muñecos distribuidos estratégicamente por el salón y vienen y te dicen que es hora de recogerlo; pero ¿cómo? ¿acaso se recoge el plató antes de terminar una escena? ¿acaso un artista recoge su lienzo y la paleta antes de terminar su obra? ¿cómo que jugar a recoger? Y entonces, ¿qué he estado haciendo toda la tarde? Hoy en día sabemos que no va a estar ahí nuestra abuela para ayudarnos a realizar esta terrible tarea. Si no queremos extraviar alguna pieza, que se acabe rompiendo durante la limpieza o que nos ralentice la misma es mejor que guardemos todo. Los previsores y ordenados contarán con los espacios y receptáculos de los que salieron allá por el Adviento todas esas cosas, al resto les recomiendo que busquen algo y si es su primera vez que pidan ayuda.

Barrer: dentro de esta disciplina englobo las tareas de barrer, pasar la aspiradora y trapear (vocablo que hace referencia al uso del invento baturro conocido como fregona). El orden es el mismo que el que se utiliza para su enumeración. Antes de barrer es conveniente retirar del suelo aquellos objetos móviles que pueden interferir en la tarea como por ejemplo, alfombras pequeñas, sillas, paragüeros o galanes de noche. Trucos para una vida más fácil: si tenéis alfombras habréis observado cómo después de pasar la aspiradora, las fibras del cepillo se encuentran llenas de pelusas; conviene retirarlas con frecuencia y una manera rápida e higiénica es utilizar la propia aspiradora para que se "autolimpie". Retiraremos el cabezal de la misma y con el tubo de aspiración retiraremos las pelusas del cepillo. En cuanto a la fregona, aunque yo soy partidario de fregar de rodillas, conviene cambiar el agua para no ir redistribuyendo la suciedad por todo el piso.

Quitar el polvo: en este campo ha avanzado mucho la industria ofreciéndonos gran variedad de alternativas (plumeros atrapa polvo, trapos de fibras sintéticas que mediante la electroestática retienen las partículas, etc.) así que este apartado lo dejo a la elección del intercepto. Para quitar bien el polvo sólo existe una máxima, retirar los objetos de los aparadores, mesillas, cómodas o sinfonieres antes de pasar el trapo y, al menos, sacudir el trapo una vez por estancia.

Pero aquí falta algo, pensar un momento, ¿qué nos queda por limpiar? Efectivamente, los baños. Los grandes olvidados de la casa, claro, pensamos que como están siempre con agua y el jabón habita en ellos pues que deben de tener un sistema de auto limpieza. Primero el espejo, después la loza (lavabo, bidé, bañera o ducha y wc) y por último el suelo. Que no os de reparo limpiarlo, es una de las estancias de la casa con la que tenéis más intimidades y se merece estar siempre en estado de revista.

Recordad, no es más limpio el que mucho limpia sino el que lo conserva limpio.


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