La cabrita se puso a comer helechos (para los neófitos en cuanto a alimentación caprina les diré que las cabras no comen helechos), nosotros alucinábamos “¡una cabra que come helechos!” menudo negocio más bueno. Pero el hecho era que la Moruca no comía helechos porque le gustaran sino porque veía comer a las demás cabras unas ramas verdes y ella, por imitación, se puso a comer lo más parecido que tenía a mano. Pasados los días cuando ya supo distinguir lo que era comida de lo que no, no volvió a comer helechos.
Lo mismo sucede con algunos individuos, que realizan actos por imitación al grupo sin saber realmente en qué consisten. No seamos masa, seamos personas con espíritu crítico a los que no les valga un porque sí y que cultiven la voluntad propia. Si una cabrita pudo aprender a discernir entre lo comestible y lo que no lo es, con más razón lo puede hacer un ser humano.
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