lunes, 9 de marzo de 2009

Economizando palabras para transmitir sentimientos

Cuentan los antiguos del lugar, que allá por el siglo XX se idearon una suerte de ideogramas en los chats y que posteriormente fueron evolucionando en representaciones pictóricas para desesperación de algunos y tontería de otros.

En los albores del despliegue de esta práctica los ajenos a la misma sentían peligrar sus costumbres, incluso llegó a oírse la palabra desvirtuación de la lengua. Chatear para los antiguos era irse de chatos, es decir a tomar txikitos o en otros términos unos tragos con los amigos. El alto ritmo de envío-recepción de mensajes y la posibilidad de mantener varios hilos simultánemante llevó a desarrollar una serie de habilidades poco trabajadas en épocas anteriores. La capacidad de síntesis, la expresión de estados de ánimo, la multitarea y poder establecer un vínculo con otras personas en distintos espacios pero en el mismo instante temporal.

Se llegaron a editar varios manuales donde se pretendía recoger la mecánica, la práctica, el protocolo y el lenguaje a emplear en estas conversaciones. El desarrollo de esa iconografía ha llevado a los neófitos a un suave aterrizaje en las prácticas comunicativas mediante la interacción vía mensajes de texto breves.

Pero quizá, la época de mayor uso de este estilo conversacional este llegando. El desarrollo de nuevas aplicaciones que permiten mantener una conversación hablada y visualizada de calidad puede dejar atrás ese vertiginoso tecleado. O quizá no, ya que se generaría un exceso de ruido. Pero esto lo digo ahora momento en el que no se ha extendido el uso de las multi sesiones de video-chat, quizá aprendamos a discriminar los sonidos aislando aquellos que realmente queramos escuchar y compartimentando los mensajes sonoros al igual que hacemos con los escritos (esto ya lo hace el ser humano de lo que se trata es de utilizarlo en ese nuevo entorno).

En tiempos pretéritos la poesía era el medio de transmitir sentimientos con las palabras, la pintura de hacerlo con las imágenes. Todo ello de manera estática, dejando en manos de la persona que se acercara a ellas la posibilidad de darles movimiento y la capacidad para que resurgiera el sentimiento en ellas atrapado.


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