Treinta segundos. Es el tiempo que dedicamos a mirar una imagen por segunda vez. Seguro que nunca os habéis parado a pensar esto. Tampoco quiero que desde ahora os dediquéis a comprobar, segundero en mano, el tiempo que consumís mirando una imagen por segunda vez. La imagen de la izquierda es creación mía. ¿Qué os sugiere?
Cuando decidimos incluir una imagen en algún tipo de comunicación, debemos tener en cuenta que la misma "va a hablar" de manera silenciosa. Puede provocar en el observador una reacción contraria al mensaje que queremos transmitir ya que una imagen es más propensa a ser interpretada. Por eso es fundamental cuidar mucho las imágenes. Algunas pueden tener un significado diferente según el sentir del receptor y no debemos caer en el error de que los demás lo ven todo como lo veo yo.
Pero ¿hasta qué punto debemos llevar esta preocupación? Todo tiene que tener su medida y el contexto en el que se presenta la imagen es una buena variable para medir el grado de permisividad del que disponemos.
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