Nos mudamos a la montaña. Abandonamos la Plaza en la que estuvimos un largo tiempo y decidimos subir alto a un lugar alejado de transeúntes, de oportunistas, de miradas que hablaban en voz baja pero a una distancia tal que eran oídas por cuantos nos rodeaban. Seguiremos difundiendo nuestras palabras ordenadas pero desde esta atalaya frente al mar Cantábrico.
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