martes, 21 de diciembre de 2010
Primera ruta de los Cabritines (5ª parte)
Primera ruta de los Cabritines (4ª parte)
Primera ruta de los Cabritines (3ª parte)
La fuente de las Pilucas
Primera ruta de los Cabritines (2ª parte)
Primera ruta de los Cabritines (1ª parte)
miércoles, 15 de diciembre de 2010
sábado, 11 de diciembre de 2010
Diálogos éticos sobre el dopaje en el ciclismo
La palabra dopaje se deriva probablemente del término holandés “Dop”, el nombre de una bebida alcohólica hecha de piel de uva y usada por los guerreros Zulú a fin de mejorar sus habilidades en batalla. El término entro en uso en el siglo XX, originalmente refiriéndose a las drogas ilegales en las carreras de caballos. La práctica de mejorar el desempeño a través de sustancias exógenas u otros medios artificiales, es sin embargo tan Antigua como el deporte mismo.
Los antiguos atletas griegos eran conocidos por el uso de dietas especiales y pociones estimulantes para fortalecerse. Estricnina, cafeína, cocaína y alcohol eran a menudo usados por ciclistas y otros atletas de resistencia durante el siglo XIX. Thomas Hicks logró la victoria en la maratón de las olimpiadas de 1904 en San Luís con la ayuda de un huevo crudo, inyecciones de Estricnina y dosis de brandy administradas durante la carrera. Para los años 20 se había vuelto evidente que era necesario restringir el uso de drogas en el deporte.
Entre los métodos y herramientas para mejorar el rendimiento del deportista se establece una barrera; de un lado están aquellos que están permitidos por las federaciones deportivas, la UCI (Unión Ciclista Internacional), el COI (Comité Olímpico Internacional) y la AMA (Asociación Mundial Antidopaje) y de otro los que no.
En el primer grupo se incluyen la vestimenta, la bicicleta (que debe respetar un mínimo de peso preestablecido), los polivitamínicos aprobados, los programas de entrenamiento, los electroestimuladores (aparato que mediante pequeñas descargas eléctricas contribuye a la recuperación de la musculatura del ciclista), el simulador de altura (aparato portátil que permite modificar el organismo sin necesidad de tener que ir a entrenar a zonas de altura –con él se consigue incrementar el número de hematíes en sangre para mejorar el rendimiento de la musculatura), los preparados alimenticios (barritas energéticas, glucosa...), las sesiones de masaje, la acupuntura, algunos productos homeopáticos, la ayuda y supervisión de un médico y la de un psicólogo.
En el segundo grupo se incluyen las sustancias prohibidas los agentes anabolizantes, las hormonas y sustancias afines, los agonistas Beta-2 (un ejemplo es el salbutamol presente en varios remedios para combatir el asma), los agentes con acción antiestrogénica y los diuréticos. Y una serie de métodos prohibidos como son: aumento de la transferencia de oxígeno a través de transfusiones y métodos artificiales (es curioso que sí este permitido el uso del simulador de altura), la manipulación química y física con voluntad de alterar las muestras tomadas y el dopaje genético. Durante la competición no se podrán tomar estimulantes, narcóticos, cannabinoides y los glucocorticoesteroides.
Para partir de un mismo concepto de dopaje tomamos la definición que del mismo establece el Comité Olímpico Internacional.
Definición de dopaje (COI): dopaje es la administración o uso por parte de un atleta de cualquier sustancia ajena al organismo o cualquier sustancia fisiológica tomada en cantidad anormal o por vía anormal con la sola intención de aumentar en un modo artificial y deshonesto su rendimiento en la competición.
En los últimos 12 años se ha venido llevando a cabo una lucha intensa contra las prácticas deshonestas. El Caso Festina en el Tour de 1998 o más recientemente la Operación Puerto ha destapado una serie de tramas organizadas que involucran no sólo al ciclista (último eslabón de la cadena) sino también a médicos, organizaciones deportivas y patrocinadores.
La Comisión Central de Deontología del Consejo General de Colegios de Médicos publicó un comunicado el 29 de mayo de 2006 en el que ponía de manifiesto varios aspectos:
Se han de considerar como prácticas de dopaje gravemente peligrosas los procedimientos que modifican los componentes de la sangre, el uso de medicinas o sustancias de cualquier naturaleza que alteran el sistema nervioso, ya sea estimulándolo, ya deprimiéndolo, las que inducen alteraciones del tono mental o de la combatividad, las que enmascaran el dolor o la fatiga, las que puedan modificar los rasgos asociados a la edad o a la configuración sexual, las que actúan o que buscan un incremento del rendimiento competitivo mediante el aumento antinatural de la masa muscular o de la resistencia a la fatiga.
Es una conducta que choca con los principios básicos de la deontología médica. El mandato de no dañar ocupa el lugar preeminente de toda la ética profesional. Así lo afirma el artículo 4.4 del vigente Código de Ética y Deontología Médica, al señalar que el médico nunca podrá perjudicar intencionadamente la salud de su paciente o someterle a riesgos desproporcionados.
La condena del dopaje como conducta antideontológica en el médico se agrava cuando esas prácticas van ligadas a la obtención de beneficios económicos desproporcionados, pues entonces equivalen a una explotación cómplice de la vulnerabilidad de unos sujetos que, en unos casos se hacen ellos víctimas voluntarias de la sed de gloria o de dinero y, en otros, son objeto de explotación por firmas comerciales o por algunos directivos poco escrupulosos de organizaciones deportivas.
El deporte de élite no es sano.
El propio lema del Comité Olímpico Internacional preconiza sobre tres aspectos Altius, Fortius, Citius. Esto confiere a sus practicantes el llamado espíritu de superación, para lograr superar sus marcas y conseguir sus objetivos pueden optar por emplear técnicas legales o técnicas ilegales.
El deporte de alta competición exige unos esfuerzos que desbordan la fisiología del organismo y es el que daña la salud. El deporte profesional no es sano. El daño se produce primero y a continuación el deportista se acerca a la consulta. En base a como esté el deportista se complementa con otra sustancia, podría ser EPO. Deben de recurrir a los medicamentos para recuperar una serie de daños y la EPO es una de ellas.
Razón ética para prohibir el dopaje en el deporte de competición: la salud.
Hasta este momento hemos relatado lo que nos dicen los que luchan por erradicar el dopaje, es decir, que debe desaparecer porque afecta a un principio irrenunciable de la ética, a saber: la salvaguardia de los cuerpos humanos en el sentido de la fortaleza o firmeza. Si el doping es negativo para la salud de un deportista (porque puede crear adicciones, enfermedades graves a medio y largo plazo, e incluso la muerte) es lógico que, desde un punto de vista estrictamente ético, sea rechazado. Pero aquí viene el problema: en la alta competición el deportista, para ser mejor que los demás (porque si no la competición no tiene sentido), trata de tener más ventajas físicas que los demás.
Para alcanzar esas ventajas el deportista recurre a un ejercicio físico muy exigente y duro (entrenamientos), a una alimentación muy cuidada (dietética), y a unas pautas de comportamiento en su vida cotidiana que le impiden estar despierto a deshoras, salir de fiesta con sus amigos y, en algunos casos, incluso abstenerse de mantener relaciones sexuales. El deporte de alta competición es muy duro y exige un trabajo "al límite" del organismo que, ciertamente, pone en riesgo su salud. ¿Es que un ciclista como Lance Armstrong, que alcanzaba subiendo el Tourmalet las 226 pulsaciones por minuto, no estaba a punto del infarto en ese momento? Si un ciudadano normal se presentara ante un médico con ese cuadro clínico, seguramente lo internaría y trataría de bajarle a toda costa esas pulsaciones que le pueden producir la muerte por infarto (aunque sea un deportista de élite). De hecho a muchos deportistas de alta competición los grandes esfuerzos físicos les dejan secuelas crónicas muy graves (como el caso del ciclista Luís Ocaña). El esfuerzo físico al límite de las posibilidades de un ser corpóreo es muy poco "saludable". Luego si tomamos la salud como parámetro para acabar con el dopaje, deberíamos acabar también con el deporte de alta competición (al menos en deportes como el ciclismo, el boxeo o el maratón). Por eso mismo, como en el deporte se busca el triunfo aun a costa de convertir a los triunfadores en monstruos, el deporte profesional va contra toda Ética. El deporte actual está implantado como divertimento dentro de nuestra democracia de mercado pletórico (consumo y deporte en lugar de panem et circenses) pero desde luego está lejos de ser algo universal como sí son las normas éticas.
El dopaje altera el resultado de las competiciones (razón moral).
Es obvio que si un atleta de halterofilia toma testosterona por vía parenteral, su masa muscular aumentará y esto beneficiará su rendimiento en la competición, por lo que ésta -como espacio antropológico colectivo donde se manifiesta abiertamente la rivalidad de todos los contrincantes- se verá perjudicada. Pero esto les sucederá a todos los atletas rivales que también hagan lo mismo. O sea, lo que era en principio una ventaja que alteraba la competición, pasa a ser un factor que "iguala" la competición cuando todos conocen y se benefician del doping. Esto pasa también con los ejercicios físicos que se realizan para "estar en forma y ganar" en la alta competición. Se sabe que en las últimas décadas los atletas han seguido nuevos ejercicios que han mejorado sobremanera su rendimiento (esto ha sido así debido a una mejor comprensión científica de nuestra anatomía y de nuestro metabolismo). La alimentación también ha mejorado muchísimo. Es curioso porque a los atletas se les pone una alimentación científicamente "medida" para que sus propios organismos segreguen "naturalmente" determinadas sustancias que, si fueran administradas "desde fuera", se considerarían dopantes. Si los que rechazan el doping lo hacen por razones de "alteración de la competición por desigualdad", el doping actuaría igualando de nuevo la competición, puesto que corregiría una desigualdad genética de la que el ciclista no es culpable: ¿qué culpa tiene de que su organismo no genere la misma cantidad de hematíes que la de otro rival? Si los metabolismos de los participantes son desemejantes (por razones genéticas, por ejemplo), el doping puede ayudar a salvar esas diferencias y todos partiríamos en igualdad de condiciones. Claro que esto es contrario a la competición, que, como sabemos, requiere desigualdad. Por tanto, la argumentación del “ventajismo” de los que se dopan no tendría fundamento.
¿Queda todo en manos del ciclista y de los médicos?
No. El público en general no puede rechazar su parte de responsabilidad. Somos nosotros lo que “mitificamos” a los que quedan primero y “criminalizamos” a los últimos. Deberíamos de considerar a todos los ciclistas como héroes, por el mero hecho de ser capaces de recorrer distancias tan largas y tan duras, en tan poco tiempo.
En este contexto, los ciclistas tienen poco margen de maniobra para negarse a la práctica del dopaje. Nos olvidamos que los ciclistas son jóvenes, que en la mayoría de las ocasiones han tenido que renunciar a los estudios para pasar a ser profesionales de esta disciplina. Por tanto, negarse a acatar las órdenes del equipo, o arriesgarse a enfrentarse a un pelotón dopado y quedar de los últimos, puede significar perder su empleo, perder el modo de vida por el que habían peleado desde pequeños.
Ante esta realidad no podemos juzgar al ciclista ya que se encuentra mermado de facultades. Por tanto, debemos de exigir a las autoridades competentes que doten de los conocimientos oportunos a los mismos para que tengan la posibilidad de elegir desde el conocimiento y no desde la ignorancia. En el supuesto de que sean personas ilustradas sí podremos juzgar sus actos porque a sabiendas han obrado mal.
A modo de conclusiones hemos acordado que el deporte de alta competición no es sano y en consecuencia éticamente atenta contra la salud de las personas al igual que ciertas prácticas dopantes. Que el dopaje altera el resultado de las competiciones al igual que las desigualdades propias de sus practicantes pero que a diferencia de éstas sus efectos sobre el organismo son más dañinos.
[Diálogos entablados con el ilustre D. Imanol Abad]
lunes, 6 de diciembre de 2010
A Fluppet: Christmas Special
Como diría Grover esto es lo que no hay que hacer.
[Imágenes rescatadas del enlace aportado por Darkville.Com.Mx; subtítulos de subtítulos.es; sincro a cargo de addicted.com]